miércoles, 26 de septiembre de 2012

Para leer y disfrutar

Hola Familias!!! Ayer terminé de leer un libro que me prestaron. Llegó a mis manos sin muchas expectativas. Pero encontré literalmente en la última página este pequeño cuento que me pareció hermoso y lo quería compartir con ustedes. Había una vez en un pueblito muy pequeño un hombre que trabajaba de aguatero. En aquel entonces el agua no salía de los grifos, estaba en el fondo de profundos pozos o en el caudal de los ríos. Si no había pozos, excavados cerca del pueblo, el que no quería ir a buscar el agua personalmente debía comprarla a uno de los aguateros que con grandes tinajas iban y volvían al pueblo con el preciado líquido. El pueblo era pequeño y no tenía pozos. El hombre era el único aguatero del lugar. Desde el amanecer y hasta que el sol caía, el protagonista de este cuento cargaba con dos grandes tinajas de barro que colgaban de una vara de madera sobre sus hombros. Así seis o siete veces por día. Una mañana una de la tinajas se agrietó y empezó a perder agua por el camino. Al llegar al pueblo los compradores le pagaban las acostumbradas diez monedas por la tinaja de la derecha pero solo cinco por el contenido de la otra que apenas estaba por la mitad. Comprar una tinaja nueva era demasiado costoso para el aguatero, así que decidió que debería apurar el paso para compensar la diferencia de dinero que recibía. Durante dos años el hombre siguió yendo y viniendo a paso firme trayendo agua al pueblo y recibiendo sus quince monedas en pago por una tinaja y media de agua. Una noche lo despertó un chistido en su habitación: -Chssst… chsssst… -¿Quién anda ahí? –preguntó el hombre. - Soy yo -dijo la voz, que salía de la tinaja agrietada. - ¿Por qué me despiertas a esta hora? - Supongo que si te hablaba de día y a plena luz , el susto impediría que me escucharas. Y necesito que me escuches. - ¿Qué quieres? - Quiero pedirte que me perdones. No fue mi culpa la grieta por donde el agua se escurre, pero sé lo mucho que te he perjudicado. Cada día cuando cansado llegas al pueblo y recibes por mi por mi contenido la mitad de lo que recibes por mi hermana me dan ganas de llorar. Yo se que debiste cambiarme por una tinaja nueva y desecharme, y sin embargo me has mantenido a tu lado. Quiero agradecerte eso y pedirte una vez más que me disculpes. -Es grandioso que tú me pidas disculpas – dijo el aguatero-. Mañana bien temprano saldremos juntos tú y yo. Hay algo que quiero mostrarte. El aguatero siguió durmiendo hasta el alba. Cuando el sol asomó en el horizonte tomó la vasija agrietada y se fue con ella al río. -Mira –le dijo al llegar, señalando la ciudad-, ¿qué ves? -La ciudad –dijo la vasija. -¿y qué más? –preguntó el hombre. -No sé… el camino –contestó la vasija. -Eso. Mira a los lados del sendero, ¿qué ves? -Veo la tierra seca y el ripio del lado derecho del camino y los canteros de flores del lado izquierdo –dijo la vasija que no entendía que le quería mostrar su dueño. -Muchos años recorrí este camino triste y solitario llevando el agua hasta el pueblo y recibiendo igual cantidad de dinero por ambas tinajas… Pero un día descubrí que te había agrietado y que perdías agua. Yo no podía cambiarte, así que tomé una decisión: Compré semillas de flores de todos los colores y las sembré a ambos lados del camino. En cada viaje que hacía, el agua que derramabas regaba el lado izquierdo del sendero y consiguió en estos dos años hacer esta diferencia –el aguatero hizo una pausa y acariciando su leal vasija le dijo todavía -¿Y tú me pides disculpas? ¿Qué importan algunas monedas menos si gracias a ti y tu grieta los colores de las flores me alegran el camino? Soy yo quien debe agradecerte tu defecto. “Amarse con los ojos abiertos”, Jorge Bucay, Silvia Salinas. Del Nuevo Extremo, Argentina: 2000. En nuestra profesión como en nuestra vida nos encontramos gracias a la diversidad en diferentes lugares. Podemos ser como la vasija, que sin darnos cuenta finalmente ayudamos o alegramos la vida de otros. O quizás, como el aguatero, que a pesar de tener una vasija diferente, con convicción y decisión, la conserva y encuentra en ella el sentido de su existir, cosechando al final del camino un sendero lleno de flores… Cariños y seguimos palpitando esta primavera… Seño Vero

4 comentarios:

  1. Apenas comencé a leer este cuento pude recordarlo y es realmente enriquecedor. Yo leí ese libro hace tiempo,y si bien no tenía demasiadas espectativas al principio,logré rescatar muchas frases útiles. Gracias por compartirlo!!

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  2. Conocía este cuento! No me acuerdo si me lo mandó mi hermana o la madrina de Juanita. Es muy lindo el mensaje! gracias Vero por compartirlo con las familias!

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  3. que lindo!!!!gracias por compartirlo. besoss

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  4. Gracias por compartirlo, seño Vero. Suelo usarlo en los cursos que doy me gusta verlo escrito acá en este blog. Un beso desde el norte de España y felicidades por el trabajo que están realizando

    Pili,
    La madrina de Juanita

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